5.6.11

En/entre

Escribir es no ser nadie (personne). “Muerto”, decía Thomas Mann. Cuando escribimos, cuando llamamos, ya somos semejantes. Inténtenlo. Intenten cuando están solos en su habitación, libres, sin ningún control del exterior, llamar o responder por encima del abismo. Mezclarse al vértigo, a la inmensa marea de los llamados. No sabemos gritar ese primer grito, esa primera palabra. Tanto como llamar a Dios. Es imposible. Y se hace.
-Marguerite Duras

La música no me entra: yo me sumerjo en su mar vibrante. Todo llega a mí retardado por los muros, engrosado por la compresión del eco. Necesito más, más de decir sin punto fijo, sin ver a dónde, sin ver de dónde. 

Casi tengo la rutina perfecta, sin embargo, la ciudad se cae. Lo que hemos hecho como voluntarios no está organizado, no tiene fin ni propósito, no ha ido a ningún lado. Imagino mi vida en otros lados. Aún hay cosas que me debo. Irse de aquí es negar la realidad de una manera lamentable. Quedarse es seguramente morir, vivir con la muerte, vivir la muerte. Pocas cosas buenas le quedan a esta ciudad. Dicen que es una guerra. En la guerra hay historias. A la gente lo que trae adentro se le está saliendo. Especialmente lo que trae adentro y no sabe. 

Los días son macabros. Por la noche nos tomamos de la mano para enfrentar juntos el vértigo del sueño. En el sueño nos están matando. 

Con todo, no hemos entrado en el umbral del exterminio, no por otra cosa sino porque no nos ha llegado el turno. Pero la máquina de matar está encendida, está trabajando a tope, tiene tanto que descuartizar. Y hay tanto que no hemos desenterrado, lo que sugiere que esto no es nuevo, que la echaron a andar mientras: escribíamos poesía, paseábamos en bicicleta, corríamos bajo la lluvia... 

No es el verano, sino la última parte de la primavera. Los colores duraron un par de semanas, el resto fue calcinación y polvo.

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