16.9.14

por el techo abierto al cielo

Estamos acostados sobre los dos colchones, no uno al lado del otro, pero sí cabeza con cabeza. La arteria de tu sien palpita contra mi mejilla. Tu pelo me toca la nariz pero no hace cosquillas, solo huele... a champú y a ti. [...] Tus ojos están cerrados, los míos se alzan a la ventana abierta, donde no se muestra nada más que un pedazo de cielo, ni claro ni oscuro. Y en el caso remoto de que quisiera preguntarme algo sería si se acerca la mañana o la noche. No me siento ni cansada ni despabilada, ni pesada ni ligera, no preciso ni fumar ni comer, ni beber ni ir al baño. No tengo necesidad de distancia pero tampoco ganas de abrazarte. 
Katja Lange-MüllerL-M, Ovejas feroces

Por el techo abierto al cielo vi pasar parvadas de tordos, esos pájaros que vuelan al atardecer antes que la oscuridad les cierre los caminos. Luego, unas cuantas nubes ya desmenuzadas por el viento que viene a llevarse el día. Después salió la estrella de la tarde, y más tarde la luna. [...]  Yo me quedé tieso, aguantando la respiración, buscando mirar hacia otra parte. Hasta que al fin logré torcer la cabeza y ver hacia allá, donde la estrella de la tarde se había juntado con la luna. [...] Como si hubiera retrocedido el tiempo. Volví a ver la estrella junto a la luna. Las nubes deshaciéndose. Las parvadas de los tordos. Y en seguida la tarde todavía llena de luz.
Juan Rulfo, Pedro Páramo

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