9.10.12

Quizá la tierra compacta, la negrura porosa espere

continúo hurgando esa otra densidad donde no abrí caminos
Vastedad, sueño de fundación.
La vida de una hormiga es ventajosa hasta que se caen los techos
y una línea genealógica se borra y aparece otra no muy lejos de aquí.
Abatida, por no tener idioma
para escuchar lo que los muebles dicen, de lo que hablan las plantas, el bisbiseo de la cama
esta noche en que los sentí mirarme
mientras que ninguna voz devuelve el espacio al tiempo soy yo quien retrocede
endurece
reduce sus movimientos a un temblor de raíz
no hay escuchar, hay un dejar de moverse,
restar el ruido personal del mensaje:
el instante-infante que roba, cuando ella cierra los ojos, el secreto de la madre-noche que lo mece;
lo asume, le hace ponerse en pie, ser en dos pasos un hombre,
facultad para desenvolver lo circular, tornarlo camino largo.
Así yo, no me estoy quieta del todo, me preparo, hurto.
Así yo, no me estoy quieta del todo, me preparo. Hurto. Abandono.
Yo comparto con la reina atrapada, la eficaz agonizante, estos respiros muy breves
de músculos empleando su resistencia en no reaccionar, en no hacerse los fuertes
cuesta cada pensamiento generado y retenido y devuelto a su sitio que no —por la noche— se me salgan los ojos y rueden
mientras aguanto sobre los huesos de mis hombros diez veces mi peso repartido en diminutos seres.
Soy el héroe, soy la espora valiente que transporta a la familia quieta, cobarde, que no arriesgaría.
Y las batallas a su favor son para eso tan frágiles que en ocasiones muere prematuro
Abatida, por vivir con el sueño de una ciudad jamás fundada
que se desarrolla en mí que es mi hogar fantasma
al que llamo sin poder entrar mientras mis familiares se calientan las manos al fuego
(temblor de raíz: roca que no rodea).
también me ven, ven lo que nos separa
no abren, se aprietan unos contra otros, se protegen de mí,
del espíritu que ronda adentro de sí mismo
los seres imaginarios a quien quiere entregar su vida.

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