16.10.12

La mirada, caramba, esa mirada (en torno a Bruno Schulz)

Anoche soñé con un bosque. De noche y en la oscuridad.
Levanto las manos hacia las ramas y arranco un cuchillo, después miro hacia abajo y con un gesto decidido me corto la cosa. Sin ningún dolor.
La recojo, hago un agujero en el suelo y la entierro.
Parece que todo ha acabado así y, en cambio, no es más que el principio: miro a mi al rededor, hacia la tapicería de la que salen mis pensamientos, y me doy cuenta de la monstruosidad que acabo de hacer. No puedo haberme hecho eso. Entonces miro hacia abajo con aprensión, pero debajo no hay nada. Se ven perfectamente mis pies, mis pequeñas piernas flacas plantadas en la tierra. La tierra, con lagartijas que caminan y cucarachas de Roskij. Nada más.
Estoy encerrado en un recipiente de cristal, soy como una muestra de laboratorio. Un experimento. Del recipiente sólo saldré para ser portaobjetos de un microscopio.
Asomado a la ventana hay un chico, tal vez sea mi sobrino. Miro hacia su derecha, con la cabeza ligeramente desplazada hacia lo alto. Se parece en todo a mi sobrino, pero la mirada, caramba, esa mirada es la mía. Qué ventana más extraña: por detrás de los hombros del chico se entrevén las casas.
Entre sus brazos estrecha a un perro, la cabeza del perro está reclinada. Parece como si quisiera protegerlo y lo acaricia, pero la mirada, caramba, la mirada de ese perro es la mía.
Éste es el sueño. ¿Cuál es mi vida? 

Ugo Riccarelli,Un hombre que acaso se llamaba Schulz

Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire