Y a mis pies lo real seguía naciendo, como un mineral que naciera, átomo por átomo... A centímetros de mi zapato un átomo más se cristalizaba en transparencias de llama, y después otro... No, era imposible, no podía creerlo. Y, sin embargo... ¡Plop! Otro átomo de aire, a la altura de mi cara, que iniciaba otra espiral de combustión espléndida.
César Aira, El congreso de literatura
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