¿Lo dirán las líneas, los giros, los nuditos, los hilos de colores, los torcidos, los puntos, los remolinos...? Desperté con sílabas de otro idioma patinando en las rampas de mi mente y mi primer reacción fue asomarme a ver si llovía. Alguien quitó del escenario ramas de árboles y pájaros, por lo que últimamente he perdido cierto amor por las ventanas. No, no mi amor completo. Recuerdo alguna vez habernos dado un beso con los ojos, párpado contra párpado. Recuerdo otra vez haber visto muy de cerca tu pupíla viéndome. Recuerdo, en otra vida, ver que tus pupilas temblaban de pura contención. No sé si me veían a mí, no creo. Recuerdo... ¡pero si hoy no era día para recordar!
Manos, flecos, sienes, perfiles, caricias raras... imaginando lo que se sentía. El deseo no puede ser ese helado que encuentras al fondo del congelador, olvidado ahí el verano pasado. No, señora, el deseo es otra cosa, opera siempre bajo un seudónimo porque no está al servicio de nada. Y hay días enteros, medianoches detenidas, tardes ínfimas en que has sentido ganas de orinar, unas ganas maravillosas, las más típicas, pero tan superiores a eso que tú llamas amor.
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